LA ESCUCHA ACTIVA

¿Crees que es lo mismo escuchar que oír? Escuchar es un acto consciente y voluntario que tiene como propósito comprender al otro. Oír, sin embargo, es un acto que se realiza de manera involuntaria como un acto natural de la fisiología humana.


Como docentes, saber escuchar a nuestro alumnado es fundamental para que haya un intercambio de calidad en la comunicación. Tal como hemos visto, la escucha requiere de un esfuerzo consciente por tratar de entender al otro y por tanto para que sea efectiva, hay que tener un papel activo en el proceso. Cuando escuchamos, no debemos hacerlo únicamente con nuestros oídos, sino también tratando de captar los sentimientos que se están expresando, las ideas subyacentes, los movimientos que hace la persona, para llegar a recibir no sólo el mensaje verbal sino toda la comunicación del Ser (mensaje no verbal).


La clave para una escucha activa es la voluntad de comprender al otro, prestar atención a las palabras, los gestos, las pausas, etc. No sólo se trata de escuchar, sino también de transmitir a la otra persona que estamos comprendiendo lo que nos está transmitiendo. La escucha activa no consiste únicamente en quedarse callados para comprender lo que nos están diciendo sino en tener la capacidad de devolver ese significado a quién lo está transmitiendo para que sienta que realmente lo estamos escuchando. Esta situación se da frecuentemente en el aula virtual, que no podemos ver las caras ni expresiones de nuestro alumnado y no basta con que haya silencio, sino que como docentes necesitamos saber que realmente estamos siendo escuchados.



  • Orgullo y prepotencia: Muchas veces como docentes creemos que debemos ser poseedores de todo conocimiento y adoptamos un rol que no nos pertenece. Incluso, puede que conozcamos algún profesor o profesora que estuviese inmerso en este papel y que considerase que ninguna de las personas que asisten a sus clases, puede aportar algo enriquecedor para sí mismo. El orgullo y la prepotencia cierra las puertas a la escucha y al enriquecimiento personal. Mostrar una actitud más humilde hacia la clase nos ayudará a mejorar como docentes día a día.
  • Suposiciones y prejuicios: Una de las grandes batallas que tenemos que superar en la docencia es el prejuicio y las suposiciones que hacemos hacia nuestro alumnado. La mayoría de las veces de forma inconsciente. Hemos hablado de los “favoritismos” y las “etiquetas” que ponemos a las personas de forma automática. ¿Y qué se puede hacer para movernos más desde la neutralidad? La respuesta es: “demos a nuestro alumnado el beneficio de la duda y trabajar con un método objetivo que proporcione equidad en la evaluación que realizamos”. No demos por sentado cómo es una persona ni lo que nos está contando. Abramos nuestra mente a una percepción nueva. En mi caso, además, como ya os he comentado en mis experiencias de vida, viajar por todo el mundo y conocer otras culturas, diferentes personas, me ayudó mucho a no etiquetar a nadie, pero que me di cuenta que cada persona es única en sí misma y en sus circunstancias. Así que, mi consejo… si podéis: ¡viajar y enriqueceros de otras culturas y personas! (aunque ahora no es buen momento para dar este consejo, con el estado de confinamiento que vivimos). 
  • La influencia del ego: El ego nos hace situarnos en el centro y dificulta la escucha del otro, ya que eso nos mueve de nuestro eje y pone a la otra persona en un lugar protagonista. Nunca me cansaré de decirlo, el profesor no es el protagonista de la acción formativa, sino vuestro alumnado. No se trata de demostrar cuánto sabes, sino de guiar a tu alumnado a que alcance los objetivos marcados. 
  • El miedo y el aislamiento: Nuestro alumnado puede aislarse por miedo a no ser comprendido, por miedo al ridículo, por miedo a no ser aceptado por sus compañeras y compañeros de curso. Estas situaciones como docentes debemos al menos detectarlas para generar el clima de confianza suficiente para que las personas puedan expresarse libremente y sin miedo.
  • La envidia: La escucha puede suscitar la envidia. Esto puede suceder también en nuestro grupo de clase. Aquí, voy a usar una frase muy reveladora de Bertrand Russell: “quien desee ser feliz deberá aumentar la admiración y hacer disminuir la envidia”.




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